viernes, 25 de junio de 2010

Destino trillado (Capítulo I)



Aunque los hechos contradigan mis intenciones y algunas evidencias en mi contra, podrían intentar desmentirme, le juro que nunca trillaría al azar para forzar nuestro encuentro. Yo culparía a su gana de no cruzarme, probablemente es esa repulsión, la que ejerce atracción sobre mi cuerpo para que se manifieste delante suyo.
Lamento fastidiarla con mis reiteraciones, parezco un loro parlanchín que balbucea las mismas frases al encontrarla, es que su presencia activa mi sistema automático de cortejeo. Es una pena que cuando la vea le hable de lo mismo, habiendo tantas cosas banales para conversar, como la inestabilidad del clima y lo lluvioso que están últimamente los días, o lo alterada que está la gente que transita por el centro de Tucumán, o simplemente, lo que pasó en la novela de las ocho de la noche.
Comprendo perfectamente su discurso y postura, no hablamos idiomas distintos, de vez en cuando siento la necesidad de corroborar que su respuesta es la misma de ayer. ¿Piensa que soy obsesivo porque presto atención a los detalles que arrojan las muecas de su rostro al contestar mis insinuaciones? Déjeme asegurarle que es un detalle insignificante en comparación al análisis que hice de su vida. Llegué a La conclusión que usted es un ser fascinante. Memoricé los horarios que gobiernan su vida, sé a qué hora se levanta, que color de pijama tiene, hasta la mano con la que sostiene el cepillo de dientes y cuantas veces toma agua para enjuagarse la boca. A pesar de todos los detalles conocidos, todos los días me sorprende con algo nuevo.
Entiendo la incomodidad que le provoca mi presencia y lo grotesco que le es tropezar con mi cara. No se preocupe, seré breve en mis planteos para reducir perjuicios en su hermoso día primaveral.
Para su tranquilidad, puede ser la última vez que me acerque. Su silencio e indiferencia no me sorprenden, y aunque no le interesen los motivos, se los voy a contar igual.
Primero que nada quiero agradecerle su inmensa paciencia y el tiempo que deja escurrir para escucharme. Usted sabe que no tiene otra opción, no la dejaría en paz hasta que termine mi propuesta, aunque sepa que la respuesta que arrojará su boca, será la misma que vengo escuchando desde hace 2 años.
Seguramente se preguntó por qué usted, que hizo para merecerme, o para merecer el castigo de cruzarse con un cargoso como yo, habiendo tantas mujeres en el mundo, por qué usted. La respuesta es sencilla, mi doncella amada. Además de encontrar un ser fascinante en sus rulos enmarañados y ojos redondos; su figura amable, paciente, protectora y comprensible, me hicieron recordar a la mujer que me trajo al mundo. No es mi culpa encontrar en usted rasgos de mi madre, tampoco es su culpa, sólo sucedió ¿Por qué entra en pánico? Debería sentirse halagada de ser parte del deseo de alguien. No se vaya, todavía no he terminado.
Concretamente no sé en qué se parecen. En su elegante caminar, en sus delicadas manos, en sus piernas perfectas, o en sus ganas de estrangularme cuando me pongo pesado. No sé explicárselo, pero usted tiene algo especial, eso especial, me hace confundir la realidad con lo deseado. Tanto es así, que la imaginé planchando mis camisas, preparando el desayuno y amantando a nuestros hijos.
No puede negar que siente un cariño distinto por mí, es un afecto contradictorio, por un lado me tiene paciencia, siente lastima y algo de ternura hacia mi frágil ser, pero a pesar de ello, no me tocaría ni con un palo de escoba.
No sé a qué se refiere cuando dice que estoy insano. No estoy enfermo mi querida doncella, estoy enamorado, que es distinto, o en mejor de los casos, estoy enfermo de amor ¡¿Qué quiere que haga?! Se me presentó sin preguntarme, ¿Querés enamorarte de esta mujer? nada de eso, se impuso en mi corazón, y yo, dócil sumiso, me dejé llevar.
La primera vez que la vi, juré hacer de usted la mujer más feliz del mundo, pero no es fácil, con usted nada es fácil, claro que no, desde el primer momento se empeñó en hacérmela difícil. Discúlpeme si la amo descabelladamente, sepa darme la absolución de los problemas que le causaron mis celos infundados, irracionales y desubicados. Es que el ayer me comenta rumores que hieren el deseo de tenerla infinitamente. No tiene que recordármelo, ¡ya lo sé, ya lo sé! Lo tengo muy claro. Usted no es nada mío, ni siquiera somos amigos para que me tome el atrevimiento de reprocharle alguna actitud sospechosa. Es más, tampoco somos conocidos, lo correcto sería decir que somos dos casualidades frecuentadas en la misma esquina reiteradas ocasiones.
Si intercambiaríamos los cuerpos usted sentiría, las cosquillas que siento cuando el mínimo roce de su aliento roza mi piel. Le prestaría mis ojos para que comprenda el cariño con que la miro y el amor con que la contemplo. Cuando ocupe mi cuerpo, no se olvide de desabotonar mi pecho, se encontrará recostada sobre los almohadones de mi alma. No estoy exagerando, es más, creería que me quedo corto.
Por favor le pido que se solidarice conmigo ¿Alguna vez le pasó lo que me está pasando? Estoy seguro que sí. Todos cometemos el error alguna vez de enamorarnos del que no quiere estar con nosotros, de hipotecar hasta el alma para ofrecerle lo mejor, para recibir a cambio algunos centavos de comprensión y contención. Comenzamos a ser mendigos de lo que no puede ser, nos aferramos a lo que no nos corresponde y pasamos a ser manejados por el capricho de tenerlo a cualquier costo. Este esfuerzo es motivado por el deseo de amortiguar la existencia, evitando el trágico desenlace de cebarle mates a la soledad.
Su sonrisa demuestra que coincide conmigo y cierta identificación en mi discurso. Déjeme decirle que no es coincidencia que le esté pasando lo mismo que a mí. Usted también es parte de esta cadena de rechazos siniestramente eslabonados. Seguramente está enredada con un sujeto que se desentiende de su amor. No se angustie, él no sabe de lo que se pierde.
Nunca se preguntó ¿por qué pasan estas cosas? ¿Se dio cuenta lo ingrato que es el otro? Yo daría lo que sea para que me dé una oportunidad, pero me rechaza sin culpa alguna. Usted daría lo que sea para que él le dé una oportunidad, pero a él, le da lo mismo y quisiera que sea otra. Entre los cuatro no hacemos uno ¿por qué dije cuatro? Déjeme confesarle que en los dos últimos años, mientras le hacía la propuesta de dejarme entrar en su vida, fui víctima de una acechadora obsesiva que busca hacerme feliz a toda costa. Todos los días cuando salgo de mi casa la encuentro parada frente de mi puerta, pisando el césped de mi jardín, con su carita de yo no fui. Me propuso matrimonio, como no acepté, me dijo que no le molestaría ser concubina, al recibir una segunda negativa, me dijo que se conformaba con estar a mi lado, salir a tomar algo, ir al cine. ¿Qué hice yo? Obviamente la rechacé. No quise engañar al amor que siento por usted, aunque suene raro, le fui fiel en todo momento.
Sé cómo se siente usted cuando me cruza, debe ser lo mismo que siento cuando ella se me presenta. También me pregunté ¿qué hice para merecer este castigo?, ese es el problema, no hice nada, nunca traté de seducirla, nunca me insinué, es más, no la conozco. Apareció de repente y me dijo que estaba enamorada de mí. Es para desconfiar, ¿no? tanta amabilidad sin pedir nada a cambio hace dudar. Desconfío de sus buenas intenciones. Mi padre decía, lo barato sale caro, entonces me pregunto, si lo barato sale caro, ¿Lo gratis es más costoso? ¿Cuál es el precio de aceptarlo? Pronto sabré las respuestas, quizás por usted, si no se da, lo sabré por experiencia propia.
Como lo expresé anteriormente quizás sea la última vez que la moleste, todo va a depender de la respuesta que salga de su boca. Ayer estuve pensando en los años, se van volando. Me vi solo, con ganas de contarle a alguien, que no sea mi psicólogo, cómo me siento. Quisiera compartir mi cama con alguien especial, de dormir abrazándola después de hacerle amor. Fue ese sacudón que me hizo dar cuenta de que la vida es demasiada corta para andar frustrándose con personas que no valoran lo que soy y no son complacidos con mi compañía. Es impreciso saber cuándo dejaremos de existir, todo puede terminar en menos de un pestañeo. Es más, hoy podría ser la última vez que respire, nada está dicho, la muerte es impredecible. Por eso, ¿para qué postergar lo que nos puede regalar una sonrisa mañana? No quisiera irme sin antes darle la oportunidad a alguien que me amara descabelladamente, así como yo la amo a usted. No quisiera irme sin hacer feliz a alguien que daría lo que fuera para estar conmigo, así como yo lo daría por usted. Por eso estoy aquí, para cortar con esta cadena de amores no correspondidos.
Tengo las maletas empacadas y acomodadas cerca de la puerta. Está todo listo para irme a vivir con ella. La única persona que puede impedir mi mudanza es usted. Si me dice que cambió de parecer y me da una oportunidad desempaco todo, y la invito a vivir conmigo. De lo contrario partiré al encuentro de ella a buscar mi felicidad. Sepa que no es irremplazable en mi vida, pero definitivamente, será inigualable, siempre habrá una astilla, un sabor agridulce que me recuerde, lo diferente que hubiera sido con usted.
No quiero presionarla, pero debería saber que de usted dependen cuatro realidades. La mía, la de ella, la de él y la de usted. Piense bien en lo que va a decidir, porque después, quizás no pueda volver atrás.
¡Adelante estoy preparado para escuchar su respuesta! Espero que también esté preparada ¿Me da la oportunidad de hacerla feliz?