jueves, 26 de enero de 2012

Naranja- piedra


Salió preocupado. El sol partiría cualquier sandía en forma de cabeza y deshidrataría: abrazos, miradas y cualquier intento de exhibir amor en público. Salió, con un mensaje de texto, lágrimas colgando de sus ojos.

Transpiró, con el perro al lado y el celular pegado a su oreja para escucharla. Cada palabra, rascaba la comesón de su alma con un rastrillo filoso. A machetazos esculpió angustia, a gritos aprendió a callar y con un poquito de complicidad del destino jugó a las escondidas con el resto del mundo. Se escondió donde nadie iba a encontrarlo, dentro de él mismo.

Salió a comprar naranja y volvió con piedras, culpa hasta los tobillos y tierra en la uñas. Volvió porque tenía que volver, si por él fuera, hubiera tomado el tinto de la familia para ausentarse un ratito y le duela menos el sol. Prefirió la sobriedad, o mejor dicho, prefirió no estar en pedo; porque no era una persona sobria.

Se pechó una siestita en el piso mal barrido. Soñó que estaba soñando y se mentía no pensar. Fue una siesta larga, como de aquí hasta Tucumán, de ida, sin vuelta. Fue el sueño más embustero que haya dormido.

¿Y las naranjas? No importaban ya… No sé si algo tenía importancia, por lo menos eso creía. Esa tarde: cayeron conejos de los cielos haciéndose mierda en el asfalto hervido, mientras ella tocaba fondo y los corazones mal dibujados se resquebrajaban, las sonrisas-mariposas se ahogaban en la lluvia, y La falta se convertía en paradigma.

Cubiertos en las manos, servilleta en el pescuezo,  el vaso medio vacío, por no decir del casi todo medio vacío ¡y a morfar se ha dicho!

                                                             ¿Cuál era el menú?

                                                                         Entrada: aire
                                                           Plato principal: piedras al plato
                                                                        Postre: más aire.

Masticaba la piedra, desgranaba sus dientes y se sintió sólo.

                                                                          ¿Por qué?

                                                                Porque eso sienten los que quieren comprar naranjas tanjarinas en verano, porque las piedras no son sabrosas en esa estación…
                                          Porque enero no se toma vacaciones, y el calor, el ocio, la distancia y los desentendidos tampoco...

¿Y la culpa?
No sé… Eso es algo que él y, sólo él sabe…