domingo, 8 de junio de 2008

Juan




En riendas de mi corcel blanco, fornido de cola larga y brillosas herraduras galopo sobre las infinitas praderas de alfombras verdes y aromas frutales que ascienden y descienden perdiéndose en el filo del horizonte, voy en busca de un sin fin de aventuras.
No tengo mucho dinero, solo ésta espada con su perfecto filo que me acompaña desde tiempos de pañales de telas remendadas y un par de calzados resistentes a la humedad, polvo y sol.
Mamá espera abajo preocupada por mi bien estar, no sabe que los valientes necesitamos ser libres para comer las nubes del cielo y llegar a ser guerreros con armaduras pesadas, estar al comando de inmensos ejércitos, salvar pueblos de reyes grotescos que abusan de débiles campesinos, liberar naciones y a consecuencia como homenaje, construyan un monolito con mi cara y una placa de bronce para recordarme. Mi esculpida figura adornará plazas donde palomas posen, niños trepen, jueguen a las escondidas en frente de toboganes ásperos y hamacas despintadas.
Mi corazón late rapidísimo, mis manos transpiran, todo el mundo gira al mismo tiempo alrededor de la fogata hecha un buje gigante. Felicidad emerge entre las mecidas hacia delante y atrás en el lomo robusto de mi caballo.
Mi atención se desvía hacia una hermosa damisela de cabellos dorados y enterito blanco montada en un caballito de mar con escamas amarillas refusilantes.
¡Arre, arre tormenta! Alcancemos a la dueña de mi corazón. Nunca escaparás de este héroe perdidamente enamorado, serás mía por siempre y para siempre.
¡No puedo alcanzarte!
Es imposible que sea más rápida que mi caballo.
No te vayas sin mí, te necesito para formar una hermosa familia, seas la esposa que cuide mis hijos, esperes mi regreso con mucho entusiasmo y una gran milanesa a la napolitana con papas fritas gratinadas.
Ya casi no te veo, dimos una vuelta y te ocultaste de mis ojos redondos.
¿Donde te podrás haber escondido?...
Humm, me parece que estás escondida al lado del lustroso elefante verde o adelante del gusano con gafas marrones o quizás bajo las alas de la alegre mariposa gigante.
Ahí estás, ya te veo ¡vamos, solo un poco más!
No te canses caballito, luego te doy de comer toda la alfalfa que quieras y un refrescante baño con mi mejor shampoo y hasta con crema de enjuague.
La mariposa, el gusano y el elefante ya no me son simpáticos, pero los valientes no lloran, se ríen de los monstruos malignos.
¿Dónde estás reina?, levanto hasta las piedras para encontrarte, reviso detrás de los arbustos, detrás del encandilante sol de verano en horas de merienda y entre los plebeyos babosos que gatean a mi alrededor, ensuciando sus rodillas y royendo sus pantalones.
¿Abandonaste mis sueños? O ¿encontraste al rey de tus fantasías?
El caballo se empacó, lo espueleo y no galopa, todas las falsas promesas no dieron resultado.
El sable esta perdiendo fuerzas hasta convertirse en un simple cartón mal cortado.
¿Ahora que hago?, estoy a merced del enemigo. La angustia acaricia mi alma con una suave brisa de melancolía.
¿y si a la vuelta no la encuentro?, si se fue a comprar pochoclos, globos o un pancho, como papá hace dos años y todavía espero su regreso. En reemplazo, hay otro hombre que en las noches llega tambaleando ayudado por amigos de traje azul con pistolas envainadas en la cintura. De vez en cuando, grita, regaña y golpea a mamá porque se porta mal.
Se que llueve porque el cielo esta triste, el verano llega porque la gente se cansa del frío y amanece porque la luna se va a dormir y turna con el sol para hacernos compañía y para que mamá pueda ir a trabajar y yo al jardín. La maestra siempre me regaña, soy un revoltoso y peleo con los demás chicos porque dicen que soy un esqueleto diabólico que despertó de la muerte para matarlos. Quizás algo de razón tienen, aunque mi panza está siempre hinchada, haciendo ruidos y con mucha hambre.
¿Que haré sin ella?, soy tan chiquito y estoy tan desprotegido que el planeta se me hace inmenso.
El payaso de pantalón a lunares rojos en contraste verde roba la atención de todas las personas que caminan a su alrededor, no confío en su sonrisa, me es sospechosa y aunque todos se divierten entre sus bufonadas me asusta sus nariz roja y su maquillaje desprolijo.
El dueño, un gordo panzón, bajó la palanca de encendido en la décima vuelta y de a poco el enorme disco se va deteniendo.
La bella damisela de 6 años corre hacia los brazos de un hombre de traje a rayas con portafolio y brillosos zapatos negros. Detrás de él se encuentra una señora alta con un coche repleto de juguetes, se acerca contenta y le da un gran beso en la mejilla. Se ven tan felices juntos, como las familias que aparecen en las telenovelas.
Mamá espera abajo, apresuro la marcha con los ojos colmados de lágrimas a su encuentro. Pegué un salto gigantesco y me prendí de su cálido vientre.
_ ¿Qué te pasa Juan? ¿Por qué llorás?, no tengo plata para otra vuelta. Vamos rápido antes de que Antonio se enoje.


Luis Guillermo Omar