Los días eran preciosos cuando ignoraban que existían. Se tomaban las manos en el bar más horrendo del barrio. El
mundo nunca paraba ni un solo segundo, pero era la experiencia más sobrenatural nunca
antes vivida. Primero resucitaban y luego morían, muertos, volvían a morir, reencarnaban y volvían a morir.
Se abrían las dos piernas hasta las entrañas, se
apuñalaban con los ojos, acariciaban las heridas que se
hacían mientras brindaban por la anarquía del amor y la infinita juventud.
Los días más soleados eran cuando se levantaban, se daban la espalda y comenzaban a caminar
en sentido contrario recogiendo los pedazos mutilados.
Encontraban en la dialéctica la historia de sus
vidas. Antes de despedirse para siempre, se encarnaban para siempre unas
cuantas veces más, para despedirse para siempre definitivamente.
Duraron
menos que un estornudo, pero se hicieron tanto daño que no les alcanzó la vida
para olvidar lo rico que se sentía andar con el corazón esguinzado.
2 comentarios:
Wow.... que manera magnífica de describir el dolor en palabras.
Salud por esos momentos que te hacen mas sabio y mas fuerte¡
Me alegra muchisimo saber que vuelves a escribir¡¡
Besos¡¡
Wow.... que manera magnífica de describir el dolor en palabras.
Salud por esos momentos que te hacen mas sabio y mas fuerte¡
Me alegra muchisimo saber que vuelves a escribir¡¡
Besos¡¡
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